S&P ratifica calificación soberana de México en “BBB”

S&P ratifica calificación de México en “BBB” con perspectiva estable, al destacar que la deuda pública se estabilizará este año pese al bajo crecimiento económico.
En medio de la incertidumbre global y de la competencia cada vez más intensa entre economías emergentes, México recibió un voto de confianza que no pasa desapercibido.
S&P Global Ratings ratificó la calificación soberana en “BBB” con perspectiva estable, un mensaje claro para los mercados: el país mantiene su lugar en la mesa de las naciones con grado de inversión.
Se trata de una decisión que coloca a México dos escalones por encima del umbral mínimo y que, según la agencia, no enfrenta riesgos inmediatos de degradación en los próximos 12 a 18 meses.
La lectura detrás de esta ratificación revela un balance entre luces y sombras. S&P reconoce que la deuda pública se estabilizará a pesar de que el crecimiento económico sigue siendo limitado. Destaca la prudencia de la política monetaria y la fortaleza de un mercado interno de capitales que otorga mayor flexibilidad para navegar en un mundo de tasas altas y volatilidad financiera. La confianza de que el gobierno administre con pragmatismo las disputas comerciales y migratorias con Estados Unidos se convierte en un factor crucial para sostener la narrativa de estabilidad.
Para el sector empresarial, esta decisión representa un terreno más sólido en el corto plazo. Las fortalezas de México están en su disciplina monetaria, en la credibilidad del Banco de México y en la capacidad de financiarse en su propio mercado. Son condiciones que facilitan a las compañías acceder a crédito y planear proyectos de expansión con mayor certidumbre. Al mismo tiempo, se abren oportunidades estratégicas: la atracción de inversión extranjera interesada en aprovechar el T-MEC y el fenómeno del nearshoring, que posiciona al país como una plataforma ideal para la manufactura y la exportación hacia Norteamérica.
Sin embargo, los desafíos estructurales no desaparecen. El bajo dinamismo económico sigue siendo un lastre que impide liberar el potencial del mercado interno. La falta de inversión pública suficiente en infraestructura y energías limpias limita la competitividad, mientras que las debilidades fiscales reducen el margen de maniobra para responder a choques externos. Y las amenazas están presentes: una eventual escalada de tensiones con Estados Unidos podría golpear de frente al comercio exterior, la volatilidad internacional encarecería el financiamiento y las decisiones del próximo gobierno marcarán el rumbo de la credibilidad que hoy sostiene la calificación.
El reporte de S&P no solo ratifica un número en la escala crediticia, también refleja un momento histórico en el que México debe elegir cómo capitalizar la confianza que se le otorga. Para los inversionistas, se abre una ventana de estabilidad que permite tomar decisiones con mayor previsibilidad. Para los empresarios, la oportunidad es convertir esa estabilidad en crecimiento tangible y sostenido. Lo que está en juego no es únicamente conservar la calificación, sino transformar esta etapa en la base de una narrativa de éxito económico que, en unos años, pueda contarse como el punto de inflexión que consolidó a México como una potencia en el tablero global.
Colaboración: Editorial Auge.