Inversión fija alcanza su mayor peso en más de una década

En 2024, la inversión fija representó 24.6% del Producto Interno Bruto, su nivel más alto desde 2012 de acuerdo con el Inegi.

En un contexto global marcado por la reorganización de las cadenas productivas y la búsqueda de nuevos polos de inversión, México cerró 2024 con una señal clara para el mercado: la inversión volvió a ocupar un lugar central en la conversación económica. 

Ese año, la formación bruta de capital fijo representó 24.6 % del Producto Interno Bruto, el nivel más alto registrado desde 2012, de acuerdo con el Instituto Nacional de Geografía y Estadística. La cifra no solo superó en medio punto porcentual al resultado de 2023, sino que confirmó una trayectoria ascendente que colocó a la inversión en su mejor momento de la última década.

El impulso provino, principalmente, de la construcción. Obras vinculadas al transporte eléctrico y ferroviario, junto con el desarrollo de vivienda unifamiliar y de inmuebles comerciales y de servicios, concentraron buena parte del crecimiento. Detrás de estos números se encuentra una fortaleza estructural del mercado mexicano: la capacidad del sector industrial y de la construcción para movilizar grandes volúmenes de capital y traducirlos en activos productivos de largo plazo.

Los coeficientes de inversión de 2023 y 2024, los más elevados del sexenio pasado, coincidieron con un incremento sustancial de la inversión pública orientada a proyectos de infraestructura de gran escala. El Tren Maya, el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec y la conclusión del Tren Interurbano México Toluca se convirtieron en ejes de este ciclo inversor, reforzando la conectividad, la logística y la integración territorial. Para el entorno empresarial, estos proyectos representan una oportunidad estratégica para detonar nuevas actividades productivas y ampliar la competitividad regional.

La combinación de ubicación geográfica, tratados comerciales y experiencia industrial alimentó el optimismo del capital privado, particularmente en sectores orientados a la exportación, abriendo una ventana de oportunidad para consolidar una nueva etapa de expansión productiva.

Las cifras de las Tablas Origen Destino de la Formación Bruta de Capital Fijo refuerzan esta lectura. En 2024, el valor total de los activos de inversión ascendió a seis billones 174,759 millones de pesos, a precios de 2018. De ese monto, 95.5 % fue generado por el sector secundario, confirmando su papel como el principal motor de creación de activos. Sin embargo, el destino final de la inversión se concentró en el sector terciario, que absorbió 64.6 %, reflejo de la creciente demanda de infraestructura y equipamiento para servicios, comercio y actividades financieras, una de las fortalezas más visibles del mercado interno.

El panorama, no obstante, también dejó ver sus claroscuros. A pesar del elevado coeficiente de inversión, el crecimiento del PIB en 2024 fue de apenas 1.4 %, muy por debajo de los niveles observados en 2011 y 2012, cuando una inversión similar coincidió con expansiones superiores al 3%. Esta brecha expone una debilidad estructural: la dificultad para convertir rápidamente la inversión en mayor dinamismo económico, ya sea por la naturaleza de largo plazo de los proyectos, por retos de productividad o por la eficiencia en la asignación de los recursos.

A ello se suma otro factor de riesgo. Aunque casi tres cuartas partes de los activos de inversión fueron de origen nacional, una cuarta parte dependió de bienes importados, lo que introduce vulnerabilidades frente a tensiones comerciales, disrupciones logísticas o cambios en el entorno internacional. En un momento de redefinición del comercio global, esta dependencia se perfila como una amenaza latente para la continuidad de la inversión.

Aun así, el balance de 2024 deja una imagen difícil de ignorar. México alcanzó uno de los niveles de inversión más altos de su historia reciente en un momento de reconfiguración económica mundial. Para empresarios e inversionistas, el dato no es solo una estadística, sino una señal de que el país se encuentra en una coyuntura decisiva. La manera en que esta ola de inversión se traduzca en crecimiento, productividad y competitividad definirá si este episodio queda como un punto de inflexión o como el inicio de una nueva etapa en la historia económica del país.

Colaboración: Editorial Auge.

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