México y Brasil lideran el impulso económico de América Latina

El FMI elevó su pronóstico de crecimiento para la región a 2.4%, impulsado por el desempeño de México y Brasil, que en conjunto aportan el 65% del PIB latinoamericano.

En medio de un año marcado por la cautela global y la redefinición de los equilibrios económicos, América Latina comienza a mostrar señales de renovación. El Fondo Monetario Internacional revisó al alza su pronóstico de crecimiento regional y lo situó en 2.4 por ciento para 2025. Detrás de esta cifra hay una historia que combina prudencia, oportunidad y un nuevo protagonismo de las dos economías que marcan el rumbo del continente: México y Brasil.

El informe World Economic Outlook, presentado en Washington al inicio de las reuniones anuales del FMI y el Banco Mundial, describe un mapa regional en el que los motores de crecimiento vuelven a encenderse, aunque con distinta intensidad. 

En el caso de México, el organismo mantuvo su previsión de expansión en 1 por ciento para este año, una mejora notable frente a los pronósticos previos que incluso anticipaban una contracción. Para 2025, la expectativa se eleva a 1.5 por ciento, consolidando una tendencia de estabilización que empieza a devolver confianza al mercado y a los inversionistas.

Brasil, que concentra una tercera parte del PIB latinoamericano, muestra un comportamiento más sólido. Su crecimiento estimado de 2.4 por ciento en 2024 y 1.9 por ciento para el próximo año refuerza su papel como ancla de la región. Argentina, a pesar de sus turbulencias políticas y fiscales, proyecta un rebote de 4.5 por ciento en 2025, mientras que Paraguay continúa destacando con una expansión de 4.4 por ciento. 

Para México, el diagnóstico es dual. Su posición geográfica, su red de tratados comerciales y su base manufacturera diversificada se han convertido en fortalezas que le permiten capitalizar la ola de relocalización industrial que redefine las cadenas globales de valor. El país vive un momento clave en el que el nearshoring, más que una tendencia, se ha vuelto una oportunidad histórica para reposicionar su papel en el comercio internacional. La estabilidad macroeconómica, el control de la inflación y la prudencia fiscal refuerzan esa narrativa de confianza.

Pero no todo avanza al mismo ritmo. Las debilidades estructurales siguen siendo un recordatorio de que el potencial no siempre se traduce en resultados. La inversión privada crece de forma desigual, la infraestructura logística enfrenta rezagos y la incertidumbre regulatoria aún frena decisiones estratégicas en sectores clave como energía, transporte y minería. Este entorno ha llevado a que algunos capitales observen desde la distancia, esperando mayor claridad antes de comprometer nuevos proyectos.

Aun así, la coyuntura global ofrece una ventana difícil de ignorar. Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China impulsan la búsqueda de destinos más cercanos, seguros y productivos. México, por su ubicación, su talento y su red comercial, emerge como un actor natural para absorber parte de ese reacomodo. Industrias como la automotriz eléctrica, la electrónica avanzada, la farmacéutica y la agroindustria de exportación se perfilan como los sectores más beneficiados de este reordenamiento global. Si el país logra acompañar esta oportunidad con políticas de infraestructura, innovación y sostenibilidad, podría transformar un ciclo de crecimiento moderado en una etapa de expansión estructural.

Las amenazas, sin embargo, no desaparecen del horizonte. La desaceleración económica de Estados Unidos podría reducir la demanda de exportaciones mexicanas. Las altas tasas de interés y la volatilidad financiera también podrían limitar el crédito y encarecer la inversión. A nivel interno, el rumbo de la política económica y la estabilidad institucional tras el cambio de gobierno definirán si el impulso actual se convierte en un punto de inflexión o en una oportunidad desaprovechada.

El nuevo panorama proyectado por el FMI no solo ofrece una cifra. Representa un momento de redefinición para América Latina y, en especial, para México. Después de años de ajustes, el país parece encaminarse hacia una etapa en la que la disciplina económica, la innovación industrial y la confianza empresarial pueden converger.

El desafío será transformar las promesas del nearshoring en resultados tangibles, mantener la estabilidad frente a la incertidumbre y convertir la oportunidad en legado. En este ciclo, más que un rebote económico, México tiene frente a sí la posibilidad de escribir el inicio de una nueva narrativa regional: la del crecimiento inteligente, sostenido y compartido.

Colaboración: Editorial Auge.

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