La Feria Internacional del Libro en Guadalajara rompe récord de asistencia
La edición número 39 de la FIL en Guadalajara cerró con 953 mil visitas en nueve días, casi 50 mil más que el año pasado.
La mañana en que las puertas de la 39ª Feria Internacional del Libro de Guadalajara se abrieron por última vez, el aire estaba cargado de esa mezcla entre agotamiento y euforia que solo dejan los grandes hitos. Aún con los pasillos llenos y las voces resonando en cada esquina de los 43 mil metros cuadrados de exhibición, ya se intuía que algo excepcional estaba ocurriendo.
Al cierre, la intuición se confirmó: 953 mil asistentes en nueve días, casi 50 mil más que en la edición anterior, un nuevo récord que marca un antes y un después en la industria editorial en lengua española. La presencia de 2,790 sellos editoriales de 64 países, 973 autoras y autores, cerca de 450 mil títulos disponibles y más de 3,100 medios internacionales, terminó por consolidar una edición que desbordó expectativas y que se vivió como un punto de inflexión para el ecosistema del libro en México.
Este despliegue masivo de participación dejó ver con claridad las fortalezas de un mercado que, pese a los desafíos, demuestra una capacidad creciente para convocar audiencias, generar negocios y posicionarse en el mapa global del contenido.
La FIL se convirtió nuevamente en una vitrina donde México se proyecta como centro cultural y empresarial.
Un espacio en el que la industria editorial nacional interactúa de tú a tú con agentes, distribuidores, libreros, plataformas tecnológicas y capital creativo proveniente de todo el mundo. La afluencia récord y la amplia cobertura mediática revelan que la demanda por experiencias culturales sigue en ascenso y que el país posee una base sólida para competir desde una perspectiva empresarial y creativa.
El encuentro también abrió oportunidades valiosas para el sector mexicano. El flujo de visitantes confirma que el interés del público se mantiene firme, lo que puede traducirse en expansión de catálogos, exploración de nuevos formatos como audiolibro y contenido digital, así como en un impulso a la exportación de obra nacional. La participación de Barcelona como Ciudad Invitada reforzó puentes culturales y comerciales que apuntan hacia alianzas de largo plazo en materia de coedición, circulación y traducción. Todo indica que la industria mexicana tiene ante sí un terreno fértil para innovar en estrategias de marketing editorial, experiencias inmersivas para lectores y modelos híbridos que integren tecnología y narrativa.
Sin embargo, la energía que se vive en la FIL contrasta con un mercado interno desigual, donde la distribución limitada fuera de las grandes ciudades y la concentración del poder comercial en pocos jugadores continúan siendo obstáculos. La infraestructura librera del país sigue necesitando mayor inversión y la transición digital avanza a un ritmo más lento del que exige la competencia internacional. Muchos sellos pequeños y medianos enfrentan dificultades para sostener costos de impresión, logística y visibilidad en un entorno cada vez más exigente.
Aun así, la escena que cerró esta edición tuvo un simbolismo difícil de ignorar. Mientras los últimos asistentes recorrían los pasillos, muchos aún cargando bolsas repletas de libros, quedaba la sensación de haber sido testigos de un momento trascendental. La FIL Guadalajara no solo rompió récords. Re-dibujó el tablero de la industria, recordó el peso estratégico del mercado mexicano y dejó claro que el libro, lejos de debilitarse, sigue siendo un vehículo de negocios, cultura e identidad con una fuerza capaz de movilizar a cientos de miles de personas.
Con cifras sin precedentes y un impacto que trasciende lo literario, esta edición se despidió como un capítulo histórico que marca el rumbo de lo que vendrá para el ecosistema editorial del país.
Collaboration: Editorial Auge.