México se consolida como imán para la inversión global

México ha avanzado en resolver retos de liquidez y hoy ofrece condiciones más favorables que sus competidores globales gracias a su ubicación, estabilidad y talento.
México se encuentra en una encrucijada que podría marcar un antes y un después en su historia económica. Lo que hace apenas una década parecía un reto insalvable comienza a transformarse en una oportunidad tangible. En medio de un escenario global convulso, con cadenas de suministro fragmentadas y costos en aumento para varias economías, el país emerge como un destino que despierta confianza y ambición entre inversionistas foráneos. La apuesta ya no es solo sobre el futuro, sino sobre un presente que empieza a consolidarse.
María Ariza, directora general de la Bolsa Institucional de Valores, encarna esa narrativa de transformación. Desde su perspectiva, uno de los obstáculos más persistentes del mercado bursátil mexicano, la falta de liquidez, empieza a resolverse gracias a inversiones en tecnología, algoritmos de última generación y programas de incentivos que impulsan a los creadores de mercado a desempeñar un rol más activo.
Ariza no duda en afirmar que se ha ganado terreno lentamente pero con certeza y que la meta no se limita a la estabilidad, sino a construir un mercado más profundo, incluyente y competitivo a nivel mundial.
El país ofrece hoy un paquete de condiciones que resultan difíciles de ignorar.
La estabilidad macroeconómica, la ubicación estratégica con acceso directo al mercado más poderoso del mundo y una fuerza laboral altamente capacitada forman parte de una ecuación atractiva para el capital internacional. En un entorno donde otras naciones enfrentan altos costos operativos y riesgos logísticos, México se posiciona como un socio confiable, resiliente y con capacidad de adaptación. Esta ventaja se potencia gracias a una estrategia de doble vía: fortalecer los lazos internacionales para ampliar el flujo de inversión y, al mismo tiempo, usar el análisis de datos para navegar con precisión en los mercados globales.
La dimensión de la relación con Estados Unidos ofrece un claro ejemplo del poder que ya ejerce México. En 2024 el comercio bilateral superó los 930 mil millones de dólares, lo que equivale a un intercambio de mil 700 millones de dólares cada minuto. Ariza lo define como la relación económica más compleja del mundo y, al mismo tiempo, una de las fortalezas que apuntalan la posición de México en el tablero internacional. Para Édgar Amador Zamora, secretario de Hacienda y Crédito Público, esta cercanía se suma a otra ventaja fundamental: la red de acuerdos comerciales con más de 50 países, que da al país un alcance global pocas veces replicado en mercados emergentes.
La narrativa empresarial encuentra aquí un ángulo claro. Las fortalezas de México son visibles en su capital humano, su infraestructura financiera en modernización y su estabilidad macroeconómica. Las oportunidades se expanden con el fenómeno del nearshoring, que coloca al país en el centro de la relocalización de cadenas de suministro globales. Sin embargo, los desafíos persisten. La profundidad del mercado bursátil aún es limitada y la dependencia de la economía estadounidense convierte a esa misma fortaleza en un punto vulnerable frente a cambios regulatorios o tensiones políticas. A esto se suman amenazas externas como la volatilidad de los mercados internacionales, la competencia de otros destinos emergentes y los riesgos geopolíticos que podrían alterar los flujos de inversión.
Pese a estas tensiones, el momentum parece favorecer a México. El discurso de sus líderes financieros no se limita a un optimismo institucional, sino que refleja hechos concretos: crecimiento económico superior a lo esperado, estabilidad en las variables macro y avances medibles en la modernización del sistema financiero. En este escenario, el país se mueve con una mezcla de pragmatismo y ambición, consciente de que tiene frente a sí una oportunidad histórica para transformarse en un epicentro de capital y competitividad en el mundo.
La historia no está escrita, pero las piezas están sobre la mesa. México no solo está atrayendo la atención de inversionistas internacionales, está construyendo una narrativa de resiliencia y modernización que podría redefinir su papel en la economía global. Y mientras los números crecen, las cadenas de suministro se redibujan y la confianza empresarial se expande, surge la sensación de que estamos presenciando el inicio de un capítulo que, de aprovecharse con visión, marcará a toda una generación de negocios e inversionistas.
Collaboration: Editorial Auge.