Fondos de inversión se consolidan como motor del ahorro en México
En solo cinco años, el número de cuentas pasó de menos de tres millones a más de 15 millones, un crecimiento cercano a 500%.
Durante años, invertir en fondos en México fue una práctica asociada a un segmento reducido de la población. Hoy, esa realidad está cambiando con rapidez. En apenas un lustro, el número de cuentas de fondos de inversión pasó de menos de tres millones a 15 millones, una expansión cercana al 500% que marca un punto de inflexión en la relación de los mexicanos con el ahorro y la inversión. El fenómeno no solo refleja una mayor participación, sino la consolidación de una industria que comienza a ocupar un lugar central en el sistema financiero del país.
El crecimiento se observa también en el volumen de recursos administrados. Los fondos de inversión en México manejan cerca de 5 billones de pesos, equivalentes a aproximadamente 13.7% del Producto Interno Bruto. En un entorno de bajo crecimiento económico, esta industria avanza a tasas cercanas al 20% anual, convirtiéndose en uno de los motores más dinámicos del sector financiero. Para Hugo Petricioli, CEO de México y Centroamérica de Franklin Templeton Investments, este avance no es un episodio aislado, sino la señal de un cambio más profundo que comienza a redefinir la forma en que las familias mexicanas protegen y hacen crecer su patrimonio.
El punto de quiebre fue la pandemia. La crisis expuso la fragilidad de depender únicamente del ingreso corriente y de cuentas bancarias sin rendimiento real. A partir de ese momento, millones de personas comenzaron a buscar alternativas. La industria respondió con una oferta más amplia, procesos digitalizados y menores barreras de entrada.
Abrir una cuenta desde el celular, invertir montos bajos y monitorear el desempeño en tiempo real dejó de ser una excepción para convertirse en la nueva norma, ampliando el alcance del mercado y fortaleciendo uno de sus principales atributos: la capacidad de escalar de forma acelerada.
Sin embargo, el aumento en el número de cuentas no siempre ha venido acompañado de una evolución en la calidad del ahorro. Una parte significativa de los recursos continúa concentrándose en cuentas que pagan cero intereses o en fondos de liquidez diaria que replican el comportamiento de los Cetes. Esta preferencia por la seguridad inmediata revela una debilidad persistente: la baja diversificación de los portafolios y una cultura financiera que aún privilegia el corto plazo, incluso cuando la inflación erosiona el valor del dinero.
En contraste, los fondos de deuda de mayor plazo han mostrado en meses recientes rendimientos de dos dígitos, incluso con perfiles conservadores, al invertir en instrumentos como Bonos M o Udibonos. A ello se suma el potencial de la renta variable, tanto local como internacional, donde la participación de personas físicas sigue siendo limitada pese a episodios de buen desempeño del mercado accionario mexicano. Esta brecha abre una oportunidad clara para que el crecimiento del mercado se traduzca en portafolios más equilibrados y alineados con horizontes de largo plazo.
La digitalización ha intensificado la competencia. Bancos y plataformas fintech disputan al mismo inversionista, presionando comisiones y elevando los estándares de transparencia. Al mismo tiempo, la tecnología permite diversificar hacia mercados globales a través de fondos locales o del Sistema Internacional de Cotizaciones, sin sacar el capital del país ni renunciar a la protección regulatoria. Este entorno fortalece al inversionista, aunque también incrementa la necesidad de información y asesoría para evitar decisiones impulsivas o mal fundamentadas.
El momento que vive el mercado de fondos de inversión en México es decisivo. La expansión acelerada confirma su fortaleza y su potencial como canal de ahorro productivo, pero también deja al descubierto riesgos asociados a la volatilidad, la inflación y la falta de educación financiera. Si el crecimiento logra consolidarse como un cambio estructural, millones de inversionistas habrán sido testigos y protagonistas de una transición histórica. La industria ya dio el primer paso; el siguiente definirá si este auge se convierte en un nuevo pilar del desarrollo financiero del país.
Collaboration: Editorial Auge.