Estados rompen la tendencia de la construcción en México
Aunque la industria de la construcción cayó 17.1% a nivel nacional, diez estados lograron crecer en el sector.
El año avanza y la construcción en México vive uno de esos momentos que definen rumbo. En algunas regiones las obras se detienen, los proyectos se enfrían y los desarrolladores recalculan, mientras que en otras el concreto no descansa y los cascos amarillos siguen marcando el paso del crecimiento.
La fotografía nacional revela contrastes profundos. De acuerdo con el INEGI, el valor de producción del sector cayó 17.1 por ciento durante los primeros nueve meses de 2025 frente al mismo periodo del año anterior, un retroceso que alcanzó a 22 entidades.
Las caídas más duras se sintieron en el sureste, donde Quintana Roo, Campeche, Tabasco y Oaxaca registraron desplomes superiores al cincuenta por ciento. También retrocedieron Durango, Chiapas, Michoacán, Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí, Veracruz y Yucatán, con disminuciones mayores al veinte por ciento. La magnitud del ajuste confirma que en amplias zonas del país la actividad dependía de grandes proyectos públicos y energéticos que han concluido o perdido velocidad.
Pero mientras gran parte del mapa se tiñe de rojo, hay estados que desafían la estadística y aumentaron su crecimiento en este sector.
Baja California Sur encabeza la lista con un crecimiento de 26.9 por ciento impulsado por la fórmula que ha convertido a Los Cabos y La Paz en imanes de inversión: turismo de alto valor, vivienda vacacional, servicios premium y una oleada constante de modernización urbana.
Sonora ocupa el segundo lugar con un alza de 19.7 por ciento gracias a la combinación de proyectos energéticos e industriales que han levantado nuevas cadenas de valor.
Guanajuato completa el podio con 17 por ciento, sustentado en el dinamismo del Bajío y en la sólida demanda del sector automotriz, de autopartes y del desarrollo de parques industriales y corredores logísticos.
También se suman con crecimiento el Estado de México, la Ciudad de México, Nuevo León, Jalisco, Guerrero, Tamaulipas y Tlaxcala. Aunque sus avances son moderados, marcan una diferencia clara y consolidan nichos donde la inversión privada sigue empujando la actividad.
Estas cifras revelan fortalezas que hoy deciden el destino de la construcción mexicana. En los estados de mayor crecimiento, la capacidad de atraer capital privado es un activo determinante. Sectores como turismo, energía, manufactura y logística sostienen un nivel de demanda que no depende de ciclos políticos, sino de mercados reales en expansión.
La integración de México en las cadenas de suministro norteamericanas también ha sido un motor central, ya que impulsa la necesidad de parques industriales modernos, naves especializadas y mejor infraestructura de transporte. Para los inversionistas, estos polos representan ecosistemas con reglas más claras, mano de obra especializada y una demanda sostenida capaz de dar estabilidad a nuevos proyectos.
Al mismo tiempo, el panorama abre oportunidades que pueden moldear la siguiente etapa del sector. El nearshoring continúa atrayendo a empresas que buscan relocalizar operaciones y exige más capacidad industrial en zonas estratégicas del norte y del Bajío. La recuperación del turismo internacional alimenta desarrollos hoteleros, complejos de lujo, marinas y vivienda premium en el Pacífico y la península. Las grandes ciudades viven una renovación que genera demanda en infraestructura urbana, conectividad, vivienda vertical y espacios comerciales modernizados. Estas tendencias permiten que ciertas regiones mantengan un ciclo expansivo incluso mientras el promedio nacional se debilita.
Sin embargo, las debilidades estructurales siguen presentes. La fuerte dependencia de algunos estados respecto a la obra pública crea ciclos de auge y caída difíciles de administrar. La falta de diversificación económica expone a regiones completas cuando un megaproyecto concluye. A esto se suman presiones de costos en materiales y mano de obra en los estados más dinámicos, donde la elevada demanda empieza a tensionar los márgenes. Persisten además retos en vivienda accesible y en regulaciones locales que en ocasiones ralentizan decisiones de inversión.
Frente a estas vulnerabilidades, surgen amenazas que podrían definir la velocidad del sector en los próximos meses. Si la desaceleración nacional se profundiza, incluso los estados con mejor desempeño podrían resentir una menor llegada de capital. El entorno internacional añade incertidumbre con precios volátiles de materiales y riesgos geopolíticos que afectan cadenas de suministro. Las regiones dependientes del turismo enfrentan choques externos que pueden alterar su demanda, mientras que las industriales necesitan mantener competitividad y seguridad para sostener su ritmo de expansión.
Aun así, el país vive un punto de inflexión. La construcción mexicana avanza entre dos realidades opuestas: zonas que pisan el freno y zonas que aceleran, regiones que se repliegan y regiones que se reinventan. Lo que hoy ocurre en Baja California Sur, Sonora y Guanajuato no es solo una excepción estadística. Es un anticipo de los nuevos motores que pueden redefinir la economía mexicana. Del otro lado, los estados que retroceden muestran los riesgos de depender de un solo tipo de proyecto o de no crear un entorno atractivo para el capital.
El mapa de la construcción está cambiando y con él la estructura económica del país. Algunos territorios ya están escribiendo la siguiente etapa con inversión privada, diversificación y visión de largo plazo. Otros deberán decidir si se suman a esa transición o continúan atrapados en ciclos de dependencia. En este contraste se juega el futuro de una industria que siempre ha marcado el pulso del desarrollo nacional.
Collaboration: Editorial Auge.