Comercio global: aranceles tendrán mayor impacto en 2026

La Organización Mundial del Comercio estima que el mayor golpe de los nuevos aranceles se sentirá en 2026, no en 2025 como se había previsto.

El reloj del comercio mundial ha comenzado a marcar un nuevo compás. Durante años, los mercados se acostumbraron a navegar entre tensiones arancelarias, disrupciones logísticas y reajustes en las cadenas de suministro. Sin embargo, la verdadera ola de impacto todavía no ha llegado. 

Según la Organización Mundial del Comercio (OMC), el efecto más profundo de los aumentos de aranceles se sentirá en 2026, un año más tarde de lo previsto. Esta proyección redefine las expectativas globales y anuncia un periodo de transición que podría cambiar la forma en que las economías y las empresas entienden el intercambio internacional.

En el primer semestre del año, el volumen de mercancías aumentó 4.9% respecto al mismo periodo de 2024, impulsado por un crecimiento interanual de 5.5% en el primer trimestre y 4.3% en el segundo. Este dinamismo llevó al organismo a revisar al alza su pronóstico de crecimiento para 2025, ubicándolo en 2.4%, un salto notable frente al -0.2% estimado en abril.

Pero el optimismo tiene fecha de caducidad: para 2026, la expansión se desaceleraría a 0.5%, reflejando el impacto acumulado de las políticas arancelarias y el enfriamiento del comercio internacional. En conjunto, el crecimiento acumulado para ambos años sería de 2.9%, apenas por encima del 2.3% calculado anteriormente.

América del Norte enfrenta un panorama de ajustes. La OMC estima que las importaciones regionales caerán 4.9% en 2025 y 5.8% en 2026, mientras que las exportaciones retrocederán 3.1% y 1.0%, respectivamente. Aunque los datos son menos negativos que los de abril, siguen mostrando un comercio más débil.

Asia continúa liderando el intercambio mundial con un crecimiento de exportaciones de 10.4% en el primer semestre, pero su impulso se moderará en el próximo año.

Europa se mantiene casi inmóvil, con una ligera contracción de 0.3% en exportaciones y un avance de 2.4% en importaciones.

En contraste, América del Sur, América Central y el Caribe exhiben un dinamismo notable: sus exportaciones crecieron 7.4% y las importaciones 14.7%, impulsadas por la recuperación del consumo y la integración regional.

África también avanza con fuerza, con alzas de 6.3% y 13.7%, mientras que la Comunidad de Estados Independientes es la única región que muestra una disminución de 1.5% en sus exportaciones.

En ese tablero global, México se encuentra en una posición estratégica, pero también vulnerable. Su integración en la región de América del Norte y los beneficios del T-MEC representan una fortaleza estructural que sostiene su papel como puente manufacturero entre Asia y Estados Unidos. El país ha consolidado una base industrial robusta y atrae inversiones en sectores de alta tecnología, desde la electromovilidad hasta la biotecnología y la farmacéutica. El proceso de relocalización industrial continúa siendo una de sus grandes oportunidades: las empresas buscan reducir su dependencia de Asia y México emerge como una opción competitiva, geográficamente privilegiada y con capital humano calificado.

Aun así, el informe de la OMC advierte un riesgo ineludible: la desaceleración del comercio norteamericano podría traducirse en menores pedidos industriales, presión sobre las exportaciones mexicanas y una reducción en el ritmo de la inversión. La alta dependencia del mercado estadounidense es, a la vez, una fortaleza y una debilidad. Si el comercio global pierde tracción en 2026, las cadenas de valor compartidas en la región sentirán el impacto directo en producción, empleo y competitividad. En este escenario, los aranceles podrían elevar los costos logísticos y tensionar los márgenes de las industrias más integradas, como la automotriz y la electrónica.

Sin embargo, donde hay riesgo también hay oportunidad. América Latina y África muestran señales de expansión, abriendo nuevos horizontes para la diversificación comercial. México podría aprovechar este momento para reforzar sus vínculos intrarregionales, ampliar su red de socios y proyectar su industria más allá del eje Estados Unidos-China. La regionalización productiva y el auge del nearshoring no son solo una tendencia, sino una ventana estratégica que, bien gestionada, puede consolidar al país como un nodo central en la nueva cartografía del comercio global.

El reto será actuar con anticipación. Las empresas mexicanas que apuesten por la innovación, la eficiencia operativa y la diversificación estarán mejor preparadas para enfrentar el cambio de ciclo. Las que esperen a 2026 podrían encontrarse en medio de un entorno menos dinámico y más costoso. El comercio mundial está reconfigurándose y México tiene la oportunidad de escribir su propio papel en esa transformación.

La historia se mueve lentamente hasta que, de pronto, acelera. El anuncio de la OMC no es solo una proyección técnica, sino la señal de que el mapa del comercio internacional está a punto de cambiar de forma. En medio de ese reajuste, México puede ser espectador o protagonista. Lo que decida hacer en los próximos meses definirá si el país aprovecha el auge del nearshoring para consolidar su liderazgo o si deja pasar el tren del cambio justo cuando el mundo empieza a moverse en una nueva dirección.

Collaboration: Editorial Auge.

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