México, favorito entre economías emergentes

En lo que va del 2025, en medio de un tablero económico global marcado por tensiones comerciales y ajustes geopolíticos, México aparece en el radar de los grandes capitales como una ficha estratégica.
La escena se desarrolla con fondos internacionales reconfigurando portafolios, cadenas de suministro buscando acortar distancias y corporativos midiendo dónde colocar la próxima gran inversión.
En ese mapa, el análisis de Grupo Bursátil Mexicano (GBM) revela un dato que llama la atención: el país se ha ganado un lugar destacado entre las economías emergentes más atractivas de América Latina, incluso bajo la sombra de advertencias arancelarias desde Washington y de un crecimiento proyectado de apenas 0.5% para este año.
La explicación, según GBM, está en una conducción económica que ha sabido proyectar pragmatismo y moderación, atributos valorados por inversionistas que huyen de mercados inestables. México ha buscado preservar su relación con Estados Unidos como ancla comercial, mientras la inminente revisión del T-MEC se percibe como un parteaguas. Un resultado favorable podría detonar inversiones en manufactura, logística y tecnología de alto valor, especialmente frente a competidores asiáticos que enfrentan mayores costos y riesgos geopolíticos.
Este contexto es terreno fértil para un fenómeno que ya se siente en parques industriales y corredores logísticos: el nearshoring avanza y redefine la manera en que se produce y se comercia en la región.
Las cifras muestran contrastes. Sectores como consumo, tecnología, salud y fintech exhiben resiliencia, apoyados por un tipo de cambio estable, la digitalización de procesos y la integración de inteligencia artificial en modelos de negocio. Al mismo tiempo, persisten retos como la desaceleración en la creación de empleo formal, el aumento de la subocupación y la disminución en el monto promedio de las remesas, aun cuando el volumen total sigue siendo alto. Para GBM, estas señales invitan a una lectura equilibrada: hay un terreno sólido, pero no exento de obstáculos.
Detrás de las proyecciones, emergen fortalezas que hoy diferencian a México de otras economías emergentes: su integración productiva con Norteamérica, un sistema financiero con capacidad para canalizar inversión, un mercado interno robusto y una creciente infraestructura digital que permite a empresas y consumidores operar con mayor eficiencia. Las oportunidades se alinean en torno a la relocalización industrial, la profesionalización de cadenas de suministro y la expansión de servicios de alto valor agregado, desde soluciones fintech hasta ecosistemas de salud y biotecnología ligera.
Pero también están las vulnerabilidades: la dependencia de la demanda estadounidense, la concentración sectorial, los cuellos de botella en infraestructura y la exposición a cambios en políticas migratorias o comerciales en su principal socio. La volatilidad global sigue siendo un recordatorio de que las ventajas competitivas pueden ser efímeras si no se convierten en políticas públicas y estrategias empresariales de largo plazo.
Hacia el cierre del año, la narrativa que dibuja GBM es la de un país en un punto de inflexión. No es el auge desbordado de otros ciclos, ni un escenario de contracción inminente, sino un momento donde cada decisión, desde la mesa de negociación del T-MEC hasta la sala de juntas de una multinacional, puede definir la posición de México en la próxima década. Para inversionistas, empresarios y líderes de opinión, este es un capítulo que vale la pena seguir de cerca: la historia no está escrita, pero el escenario está listo para que México juegue una de sus cartas más importantes en el tablero global.
Collaboration: Editorial Auge.