México: epicentro de los negocios familiares y microempresas

Según cifras actualizadas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), existen alrededor de 4.5 millones de micronegocios en operación a nivel nacional, de los cuales el 90% tienen origen familiar.
En México, las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) representan una de las principales fuerzas económicas del país. Este modelo empresarial, íntimamente ligado a la vida cotidiana y a las dinámicas sociales del país, ha demostrado ser una de las bases más sólidas del empleo y del desarrollo económico local.
El Estado de México se posiciona como la entidad federativa con mayor número de micronegocios, al concentrar aproximadamente el 13% del total.
Le siguen la Ciudad de México, Jalisco, Puebla y Veracruz, estados que, por su densidad poblacional, infraestructura urbana y capacidad de consumo, se han consolidado como puntos clave para la actividad empresarial de menor escala.
Las mipymes en su conjunto generan más del 50% del Producto Interno Bruto (PIB) y ofrecen empleo al 70% de la fuerza laboral mexicana, lo que reafirma su papel estratégico como columna vertebral de la economía.
Estas cifras reflejan una fortaleza estructural: el dinamismo del mercado interno, la alta participación del autoempleo como forma de sustento y la resiliencia de las comunidades emprendedoras ante contextos cambiantes. Además, revelan una oportunidad latente para que el ecosistema empresarial nacional evolucione hacia esquemas más sólidos de formalización, financiamiento y crecimiento sostenido.
La gran dispersión de negocios en zonas urbanas y semiurbanas indica un potencial de expansión para proveedores de soluciones tecnológicas, educativas y financieras que busquen integrar a estas unidades productivas a cadenas de valor más amplias.
Sin embargo, el escenario también muestra debilidades persistentes. La mitad de las mipymes mexicanas no logra superar los dos años de operación, un dato que subraya las carencias en materia de planeación financiera, cultura administrativa y acceso a crédito. A ello se suman conflictos recurrentes en la toma de decisiones, sobre todo en empresas familiares que carecen de estructuras claras de gobierno y sucesión. Esta vulnerabilidad también se manifiesta en su bajo nivel de digitalización y en la informalidad que aún predomina en gran parte del sector, lo que limita su acceso a nuevos mercados y programas de apoyo.
En este entorno, también emergen amenazas que deben ser atendidas con visión estratégica. La concentración de negocios en ciertas zonas puede generar saturación, competencia desleal e inestabilidad en los márgenes de ganancia. La ausencia de una política fiscal flexible y la burocracia en trámites siguen desincentivando la formalización de nuevos negocios. A esto se suma el riesgo de que las nuevas generaciones no encuentren continuidad ni viabilidad en modelos de negocio heredados, si estos no logran adaptarse al contexto digital y a las nuevas formas de consumo.
El crecimiento sostenido del sector dependerá de la capacidad para transformar esta base de micronegocios en empresas más sólidas, preparadas para escalar, innovar y enfrentar los retos de un mercado cada vez más exigente.
En un país donde el espíritu emprendedor es abundante, el verdadero desafío no está en crear más empresas, sino en lograr que más empresas sobrevivan, se profesionalicen y se consoliden.
Colaboración: Editorial Auge.