México avanza en crecimiento de infraestructura cultural

En 2024, México amplió su red de espacios culturales, impulsada por un sector que aportó 2.8% del PIB.

A lo largo de 2024, mientras las ciudades mexicanas recobraban el pulso de la vida cultural presencial, comenzó a tomar forma un fenómeno silencioso pero decisivo: la apertura constante de nuevos auditorios, museos y galerías que reconfiguró el mapa creativo del país. 

En un año marcado por la necesidad de espacios que volvieran a reunir a las audiencias, México consolidó una expansión que no solo devolvió actividad a los recintos, sino que fortaleció un sector que ya representa 2.8 por ciento del PIB nacional según la Cuenta Satélite de Cultura del Inegi. Lo que inició como una tendencia moderada terminó revelando un cambio de era para la economía cultural.

El crecimiento fue claro. Los auditorios aumentaron 3.4 por ciento en comparación con el año anterior, impulsando la oferta de espectáculos y eventos corporativos en múltiples ciudades. 

Las galerías de arte crecieron 2.6 por ciento gracias a un ecosistema creativo que se diversifica y que atrae a nuevos públicos que buscan experiencias más cercanas y especializadas. 

Los museos avanzaron 1.5 por ciento, reforzando su papel como articuladores de identidad, educación y turismo cultural. También se registró un mayor número de centros culturales y festivales que encontraron en 2024 un terreno fértil para consolidarse. 

El único retroceso fue el de las librerías, que enfrentaron una caída de 10 por ciento y obligaron a muchos establecimientos a cerrar sus puertas, un reflejo de los retos que imponen la digitalización y los nuevos hábitos de consumo.

La renovada oferta de recintos confirma que existe un público activo y diverso que sostiene la demanda. Para empresas, promotores y gestores culturales, este despliegue territorial representa un terreno fértil en el que las iniciativas privadas pueden prosperar gracias a una infraestructura más amplia y en crecimiento. La capacidad instalada aumenta, la circulación de contenidos se acelera y la cadena de valor cultural se vuelve más robusta.

La expansión también abre oportunidades estratégicas que comienzan a atraer capital y alianzas público privadas. La multiplicación de recintos favorece nuevos modelos de negocio que van desde producciones escénicas especializadas hasta experiencias inmersivas que fusionan arte y tecnología.

El turismo cultural vuelve a posicionarse como un eje económico relevante, capaz de generar derrama para hoteles, restaurantes, transporte, servicios creativos y empresas tecnológicas. En un país con una riqueza cultural tan extensa, el fortalecimiento de estos espacios permite imaginar redes de ciudades creativas capaces de competir a escala global.

A pesar del avance, el sector arrastra debilidades que no deben ignorarse. La contracción de las librerías evidencia una fragilidad estructural que afecta a actores que no han logrado adaptarse a la velocidad del mercado digital. La gestión cultural sigue enfrentando desafíos de profesionalización y financiamiento, especialmente en regiones donde la infraestructura cultural no crece al mismo ritmo. La falta de modelos híbridos en algunos segmentos limita la capacidad de llegar a nuevos públicos y de capitalizar la transición tecnológica que ya domina a nivel internacional.

El entorno también presenta amenazas que podrían frenar el impulso logrado en 2024. La competencia de plataformas digitales continúa presionando a los espacios físicos que no se reinventan. La concentración de inversiones culturales en áreas urbanas puede ampliar desigualdades territoriales. La volatilidad económica afecta la planeación de proyectos culturales de largo plazo y la carrera por atraer turismo internacional exige innovación permanente. Frente a estas condiciones, las decisiones estratégicas serán determinantes para mantener el crecimiento del sector.

La evolución de la infraestructura cultural en México durante 2024 deja la sensación de haber presenciado el inicio de una transformación profunda. Lo que hoy aparece como una serie de incrementos porcentuales podría convertirse en la base de un nuevo ciclo de desarrollo creativo y empresarial. Si el país logra capitalizar sus fortalezas, disminuir vulnerabilidades y anticiparse a los cambios del mercado global, este momento será recordado como el año en que los recintos culturales marcaron el rumbo de una economía que encontró en la cultura una de sus mayores oportunidades de futuro.

Colaboración: Editorial Auge.

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