México se consolida como el mayor exportador de autos eléctricos a Estados Unidos

Con 145 mil unidades enviadas en 2024, México superó a Japón, Corea del Sur y Alemania como principal proveedor de vehículos eléctricos para el mercado estadounidense.
En los talleres de ensamblaje donde antes dominaban los motores de combustión, hoy el zumbido eléctrico marca un nuevo ritmo. México alcanzó un punto de inflexión histórico al superar a Japón, Corea del Sur y Alemania como el mayor exportador de vehículos eléctricos hacia Estados Unidos. Detrás de este salto está una transformación silenciosa, pero profunda: la del país que pasó de ser una potencia manufacturera tradicional a convertirse en el corazón eléctrico de América del Norte.
Según el Tercer Informe de Movilidad de México, elaborado por EvolvX y Latam Mobility, el país envió 145,000 unidades eléctricas a su vecino del norte durante 2024, más del doble de lo registrado un año antes. La producción total alcanzó las 220,000 unidades, impulsada por una red de plantas que han sabido reinventarse para un mercado en plena transición energética.
El dato confirma algo más que un cambio de cifras: demuestra que México ya no solo ensambla autos, sino que impulsa la movilidad del futuro.
Este ascenso no es casualidad. La combinación de inversión extranjera, experiencia industrial y la ventaja geográfica derivada del T-MEC han convertido a México en el nuevo eje de la electromovilidad regional.
Grandes fabricantes como General Motors, Ford, Stellantis y Toyota encontraron en el país una base ideal para abastecer al mercado estadounidense. Desde Cuautitlán, en el Estado de México, salen los Mustang Mach-E; desde Coahuila, las Blazer y Equinox EV de General Motors; mientras Toyota suma la Tacoma híbrida y Stellantis exporta su Wagoneer S. De acuerdo con la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz, la producción de autos eléctricos e híbridos alcanzó 171,749 unidades hasta septiembre de 2024, un crecimiento de 42.5 por ciento frente al año anterior.
El liderazgo alcanzado refleja la madurez de una industria que durante décadas cimentó su reputación sobre la eficiencia productiva y el talento técnico. Las fortalezas del país se entrelazan en una ecuación precisa: cercanía con el mercado más grande del mundo, costos competitivos, fuerza laboral especializada y una infraestructura industrial en evolución. México ha logrado convertir su herencia automotriz en una plataforma para la nueva era energética, consolidándose como un eslabón esencial en la cadena de suministro de vehículos eléctricos.
El escenario también abre un horizonte de oportunidades. El auge de la movilidad limpia coloca al país en una posición privilegiada para atraer inversiones en la fabricación de baterías, desarrollo de software automotriz y sistemas de carga inteligente. Cada nueva planta representa una puerta a la innovación, al empleo especializado y a la creación de conocimiento tecnológico propio. Si la tendencia continúa, México podría convertirse no solo en un exportador de autos eléctricos, sino en un centro de diseño y desarrollo de tecnología para la movilidad sustentable del continente.
Sin embargo, el camino no está exento de desafíos. La dependencia tecnológica del exterior, especialmente en la producción de baterías, limita la autonomía industrial del país. A esto se suman los retos en infraestructura eléctrica y de recarga, la falta de una red nacional sólida y la necesidad de reforzar la capacitación técnica en todos los niveles. En el frente internacional, la competencia es feroz. Los incentivos de la Ley de Reducción de la Inflación de Estados Unidos podrían favorecer la producción doméstica y restar atractivo a las exportaciones mexicanas, mientras los cambios en las políticas energéticas o comerciales representan una amenaza latente para la estabilidad del sector.
Aun con esos riesgos, el balance es indiscutible. México ha demostrado que la combinación de visión empresarial, talento y cercanía estratégica puede reconfigurar por completo su papel en la economía global. La industria automotriz nacional, acostumbrada a los ciclos de cambio, vuelve a reinventarse en el momento justo. Lo que empezó como una apuesta por diversificar la producción terminó convirtiéndose en un símbolo del potencial mexicano para liderar una revolución industrial verde.
Hoy, cada vehículo eléctrico que cruza la frontera hacia Estados Unidos lleva consigo más que tecnología: transporta el resultado de décadas de experiencia, de alianzas y de decisiones que colocan a México en el mapa como un jugador de primera línea en la movilidad del futuro. El país que alguna vez ensambló motores para el mundo ahora impulsa su transformación energética, y lo hace con la convicción de que esta vez, el futuro se construye desde aquí.
Colaboración: Editorial Auge.